La dacha como parte de la filosofía de vida rusa

La famosa palabra rusa «dacha» (да́ча) ingresó a muchos idiomas extranjeros, pero no tiene un equivalente exacto en ninguno de ellos. A menudo, la palabra «dacha» se traduce como ‘casa de campo’, ‘residencia de verano’ o ‘villa’, pero ninguna de estas traducciones revela completamente este fenómeno. La dacha no es solo una casa de campo, sino también un estilo de vida particular. ¿Estás intrigado? ¡Entonces este artículo es para ti!

La dacha como parte de la filosofía de vida rusa

Muchos creen que la dacha es un fenómeno de la era soviética, pero esta opinión es errónea. Las primeras dachas aparecieron en Rusia en la época de Pedro el Grande, quien entregó las propiedades alrededor de San Petersburgo a su gente por un buen servicio al Estado. La condición principal para tal regalo era el ennoblecimiento del terreno en el que se encontraba la casa dotada. Los investigadores lingüísticos han estudiado la etimología de la palabra «dacha», que se deriva del verbo дава́ть (dar). Esto hace de la dacha no solo una casa, sino un regalo caro y un símbolo de distinción. Durante mucho tiempo, la dacha siguió siendo un privilegio de los aristócratas y los funcionarios públicos.

Sin embargo, en el siglo XIX, cuando las ideas del liberalismo se hicieron más populares, la dacha perdió su estatus de «lugar para los elegidos» y se volvió asequible para cualquiera con el capital suficiente para alquilar una casa de verano. La dacha como lugar de descanso se hizo especialmente popular en entre 1860 y 1880. A finales del siglo XIX y principios del XX, la dacha se convirtió en un fenómeno social masivo: se construyeron “aldeas especiales” en las orillas de los ríos y lagos cerca de las grandes ciudades. Por ejemplo, el pueblo de dachas más famoso cerca de Moscú se llamaba Perlovka y estaba ubicado junto al río Yauza. En 1880 había 80 cabañas. En cada cabaña había una ducha y un aseo personal, varias habitaciones y una cocina. A orillas del río Yauza, se organizaron piscinas, distintos músicos eran llevados a la aldea dos veces a la semana y algunos grupos de teatro de Moscú actuaban en el teatro de verano. Según las memorias de los contemporáneos, conseguir un lugar en Perlovka era una felicidad. El alquiler de esas dachas se pagaba con tres años de anticipación, y el costo del alquiler era comparable al del alquiler de una casa en el centro de Moscú.

En la dacha, 1900
En la dacha, 1900. Fuente: russiainphoto.ru.

La vida en la dacha en ese momento prácticamente no era diferente de la vida en la ciudad, excepto por la cercanía a la naturaleza. Las familias, junto con sus sirvientes, solían mudarse al campo en mayo, donde tenían un estilo de vida tranquilo y medido hasta que llegaban los primeros días fríos de otoño. Se organizaban bailes en las dachas y salones literarios como entretenimiento, las familias solían ir a visitarse. Nada podía perturbar este estilo de vida establecido. La proximidad a la naturaleza y la tierra despertaban la creatividad de las personas, por lo que muy a menudo se colocaban macizos de flores y pequeños jardines alrededor de las dachas.

Una familia en la dacha, 1910
Una familia en la dacha, 1910. Fuente: russiainphoto.ru.

Después de la revolución, la dacha como fenómeno perdió su relevancia durante mucho tiempo. Solo en la década de 1930 se decidió asignar lotes especiales de tierra con casas a los destacados científicos soviéticos y los miembros del Partido Bolchevique. En los años 50 del siglo XX, no solo los científicos y los líderes de los partidos, sino también los actores, artistas y escritores comenzaron a recibir dachas. Al mismo tiempo, nació la idea de crear jardines colectivos para “personas comunes”: grandes lotes de tierra se dividieron en sectores iguales, uno por familia, donde las personas podían construir pequeñas casas de verano y cultivar verduras, frutas y bayas. Esta idea de crear dachas para la gente común tenía varios objetivos:

– En primer lugar, una persona dedicada a la construcción o el trabajo de la tierra se convertía inmediatamente en parte de un grupo y era menos propensa al alcoholismo y al parasitismo.

– En segundo lugar, la casa de verano era (y sigue siendo) una excelente manera de recuperar fuerzas y salud al aire libre.

– En tercer lugar, cada familia por sí sola podía producir la cantidad de frutas y verduras que necesitaba, independientemente del Estado.

Por supuesto, se creó un conjunto de reglas para los residentes de la dachas, que cambiaron con el tiempo. Por ejemplo, inicialmente se prohibió construir casas sólidas y permanentes más altas de un piso o construir una banya en el terreno dado. Más tarde, estas reglas se abandonaron, y la idea de construir dachas tuvo mucho éxito.

El clásico terreno de la casa de campo soviética tenía un tamaño pequeño: 600 metros cuadrados (шесть соток, como lo llamaban las personas, lo que significa «seiscientos»). Por lo general, los «seiscientos» de una familia incluían: una casa pequeña, un jardín para cultivar papas, zanahorias, cebollas y otras verduras y hierbas; invernaderos en los que se cultivaban pepinos y tomates; unos pocos manzanos o ciruelos; arbustos de frambuesa, grosella y grosella; camas de flores; a veces una banya o un pequeño cobertizo para criar pollos, ovejas o cerdos. Las familias con dachas tenían una forma de vida bastante idéntica que formaba relaciones especiales estables tanto dentro de las propias familias como entre los dachniki (residentes de las dachas). Los vecinos de las dachas intercambiaban consejos sobre el cultivo de varias plantas, las mujeres inventaban varias recetas para procesar y conservar las verduras y frutas cultivadas y, en general, todos eran asignados a su propio tipo de trabajo. Los dachniki estaban cerca del ritmo biológico de la naturaleza: para obtener una buena cosecha, uno necesita conocer los tiempos y las reglas para la siembra, necesita cultivar las plántulas de manera adecuada y, finalmente, debe cuidar el jardín durante todo el verano.

Una chica en la dacha, 1983
Una chica en la dacha, 1983. Fuente: russiainphoto.ru.

La dacha es uno de los legados de la época soviética que se ha conservado hasta ahora. En la difícil transición de los años 90, la dacha fue una salvación; gracias a ella, las familias pudieron proveerse de una cantidad pequeña pero a menudo suficiente de frutas y verduras durante los tiempos de escasez total de productos en las tiendas.

Ahora, cuando se olvidó el horror de los años 90, la dacha sigue desempeñando un papel importante en la vida del pueblo ruso. Si observas a los habitantes de la ciudad desde principios de mayo hasta finales de octubre, verás cómo las grandes ciudades se vacían los fines de semana. Files de automóviles salen de la ciudad los viernes por la noche y regresan al final de los domingos. Muchos de esos coches llevan las herramientas de jardín necesarias para cultivar la tierra y varios retoños. También verás que los dachniki no son solo personas mayores y jubilados. La dacha conecta sorprendentemente a personas de diferentes generaciones, quienes disfrutan salir de la ciudad para descansar del ruido y el alboroto y sentirse más cerca de la naturaleza.

El autor: Aleksandra Shilovskaia

Culturóloga, profesora de ruso como lengua extranjera y promotora de la cultura rusa.

Traducido del inglés por: Eugenia Ferreyra

Traductora y editora del inglés al español, especializada en español de América Latina y EE.UU.
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